Se veía venir. Leo a Julio Camba, haciendo un elogio del analfabetismo en La ciudad automática, 1934:
«No hay que homologar el analfabetismo a la estupidez. (…) La cultura no aminora la estupidez de nadie. Puede aminorar el entendimiento, eso sí, pero nunca la estupidez, para la que constituye, en cambio, un instrumento precioso. Por mi parte opino que en España sólo los analfabetos conservan íntegramente la inteligencia, y si algunas conversaciones españolas me han producido un placer verdaderamente intelectual, no ha sido tanto las del Ateneo o la Revista de Occidente como las de esos marineros y labradores que, no sabiendo leer y escribir, enjuician todos los asuntos de un modo personal y directo, sin lugares comunes ni ideas de segunda mano.
»Convendría dejar ya de considerar el analfabetismo español como una cantidad negativa y empezar a estimarlo en su aspecto positivo de afirmación individual contra la estandarización del pensamiento.»