Mala conciencia

Belén Gopegui, en La conquista del aire:

«Marta llegó a casa a las dos de la mañana. Al principio penso que Guillermo se hací­a el dormido. Pasado un rato, su respiración irregular y sus ronquidos la convencieron. No le despertó. “Tú siempre fuiste del sector jacobino”, le habí­a dicho Manuel Soto la otra vez. Y ahora ¿en que consistí­a pertenecer a ese sector? Marta se tapó la cabeza con la almohada. ¿En no votar? ¿O en votar a un partido que no se avergonzara de su origen marxista? ¿En qué sus padres le hubieran regalado un Lada en lugar de un Honda Civic? ¿En comprar ropa en otras tiendas, o a veces en las mismas que la gente de derechas pero eligiendo modelos más discretos? ¿En conservar un rastro de mala conciencia cuando, pudiendo ir en metro, decidí­a coger un taxi? (…) »Ser de izquierdas, entre su gente, se habí­a convertido en un ritual estético. Tanto ella como sus amigos mantení­an buenas relaciones con la propiedad, con los pisos de sus padres, que un dí­a heredarí­an, con la casa que tarde o temprano iban a comprar; todos vendí­an a los mismos postores, a empresarios públicos o privados, su refinada fuerza de trabajo; todos se veí­an bien en el lugar que ocupaban. Aunque habí­a algo aún más significativo: todos se habí­an situado en el presente de manera tal que no les fuese difí­cil imaginarse dentro de cinco años con más sueldo o más bienes, con más reconocimiento por parte de la sociedad que criticaban. Y, no obstante, todos eran de izquierdas, porque leí­an a ciertos autores, porque se vestí­an de cierta manera y porque no les sobraba el dinero, si bien sobrar era un verbo muy relativo. Y a lo mejor eran de izquierdas porque, pudiendo elegir, preferí­an el empresario público que al privado; pudiendo, claro, elegir. Y porque concedí­an a algún partido de izquierdas su voto testimonial.»