Pienso en qué significa esa anárquica mezcla que forman nuestros gustos y repugnancias. Leo a Roland Barthes.
Me gusta, no me gusta: esto no tiene la más mínima importancia para nadie; aparentemente, no tiene sentido. Y, sin embargo, esto quiere decir: mi cuerpo no es igual al suyo. (…) Aquí comienza la intimidación del cuerpo, que obliga a otro a soportarme liberalmente, a permanecer silencioso y cortés ante goces o rechazos que no comparte. (Una mosca me molesta y la mato: uno mata lo que le molesta. Si no hubiese matado la mosca, habría sido por puro liberalismo: soy liberal para no ser un asesino).