Todos somos diseñadores

En 1975, Victor Papanek describía con refrescante mala leche en Edugraphology: The Myths of Design and the Design of Myths las tareas habituales del diseño gráfico:

En general, el diseño gráfico y la educación para el diseño gráfico se dedican aparentemente a seis tareas discernibles:

Persuadir a las personas de que compren cosas que no necesitan con dinero que no tienen para impresionar a otros a quienes no les interesa.

Informar persuasivamente acerca de los méritos de un artefacto, servicio o experiencia.

Envasar artefactos, servicios o experiencias de modo derrochador y ecológicamente indefendible. (¡Fíjense en el ataúd de cualquier funeraria!).

Brindar deleite o catarsis visual a las clases que aprendieron a responder como corresponde.

Borrar con una mano lo que se hace con la otra (afiches contra la contaminación, comerciales contra el tabaco).

Investigar sistemáticamente la historia, el presente y las prácticas futuras de las cinco áreas antes mencionadas.

Después pasa a despacharse a gusto contra algunos mitos: que el diseño es una profesión, que los diseñadores tienen buen gusto, que el diseño es para las personas, que el diseño soluciona problemas, que los diseñadores tienen habilidades especiales que se desarrollan durante seis años de educación especializada, etc… Todo para mantener alejados a los no profesionales y mantener la reclusión del diseño.

El texto se incluye en una antología en castellano de escritos sobre diseño titulada Fundamentos del Diseño Gráfico (Ediciones Infinito, Buenos Aires 2001, ISBN 987-9393-06-6).